Henry, un utilitario sin mochilas


Quito.- Nunca he tenido apego a ninguna de los cosas que conservo. Me cuesta mucho llevar mochila. Creo que todos arrastramos demasiadas cosas pesadas a nuestras espaldas como para sumar cosas que son accesorias. El camino es largo y necesitamos aligerar el viaje.

Son pocas las cosas a las que guardo apego pero Henry es una de ellas. Mi coche es una de esas cosas que tienen estatus especial; quizás porque él sí, siempre me acompaña en el camino.

Tengo que decir que no soy especialmente cuidadosa con él. Si el pobre hablara seguro que lamentaría mis descuidos. Nunca sé cuando hay que revisar los frenos, cambiar las bujías, el aceite o limpiar los filtros. Siempre espero hasta el último momento para volver a llenar el tanque de gasolina y necesito que Henry se queje para recordarme que el coche también necesita una puesta a punto.  

No soy buena con los papeles. Las revisiones anuales siempre las delego a cualquier de mis colaboradores. Aún así, Henry siempre responde.

Mi coche es lo que puede decirse un utilitario. Un Suzuki todoterreno que me permite todos los rincones del país. En Ecuador, explorar nuevos destinos no resulta fácil si no tiene un vehículo apropiado que no te deje tirado en cada rincón del camino.

Henry brilla por si sólo, como la dueña. Lo elegí de color dorado para darle un poco de glamour. No busca destacar.. no, no es mi estilo, sólo quería que mi coche fuera especial. Y sin duda, Henry lo es.

Cuando decidí comprarme coche llevaba ya más de 3 años en el país y tomé la decisión porque pensé que el mundo es demasiado grande, mi presupuesto muy limitado y mis piernas muy cortas para llegar a todos los sitios que quiero conocer.

“Si voy a invertir aquí que sea en un coche, que luego es más fácil despegarse de él”. Eso fue lo que pensé antes de que empezara este idílico romance con Henry.

La cosa no empezó muy bien pero luego nos fuimos adaptando con el tiempo. Henry tampoco es un coche último modelo. Lo compré de segunda mano a un amigo periodista que se iba del país. “no te defraudará me dijo”. Y no lo hizo… aunque no todo fue un camino de rosas.

Como Henry es un coche de segunda mano ya venía con sus manías adquiridas. Él es un coche automático y yo sólo había conducido un coche con marchas. La primera vez que me puse al volante me dejó clavada en medio de la autopista camino del aeropuerto.

Yo era incapaz de entender que no se podía cambiar las marchas y él no entendía que yo quería velocidad para adelantar. Eso me desesperaba.

“Diferencias irreconciliables”, casi desde el inicio. Pensé en venderlo varias veces pero con el tiempo Henry ha conseguido ganarse mi cariño.

Nos hemos perdido en ruta, con él descubrí por primera vez la Amazonía Ecuatoriana, con él compartí los miedos de conducir de noche y con él escuché la música más bonita al frente el volante.


La verdad es que esto ha sido un amor a fuego lento. Mi rechazo a tener un ancla más con Ecuador jugaba en contra de nuestra relación. ¿Qué haré contigo luego, cuando me vaya?, le decía cada vez que empezaba un viaje largo. Y Henry sólo contestaba con silencios.

No vayan a pensar que Henry tuvo nombre desde el primer día. Pasaron dos años hasta que una amigo me preguntó: “¿Y como se llama tu chiquitín?”…

Y la pregunta me dejó sin palabras…

“¿Debería tener nombre?", Le dije.

"Pues claro"…. Las cosas importantes tienen nombre…

Desde entonces pensé que mi coche debería tener un poco de mí así que en uno de mis viajes a España compré un lazo con la bandera de Zamora, mi ciudad natal, y la puse en el espejo retrovisor. Imaginé que así íbamos a estrechar lazos. Mi coche debería tener un poco más de mí.

"Creo que esto te ayudará a que me entiendas un poco mejor"… le dije a Henry.

Enganchado a la bandera de Zamora, le enganché un imperdible con la imagen de una hermosa cacatúa brandeada  por a bandera de Ecuador. “Un poquito de cada cosa, como soy yo… ni de aquí ni de allí”.

 Desde ese momento las cosas empezaron a mejorar.

 Henry tiene un maletero enorme y eso me encanta porque mi coche parece el baúl de la Piqué.

Si algún día lo abres encontrarás una manta de viaje, mis patines para las rutas, una caja de pañuelos de papel, algunos CD de música, un sombrero de paja toquilla, crema para el sol, un cepillo de dientes y unos cuantos folletos sueltos de la universidad.

Un poco de todo y nada importante, como soy yo.

Henry parece ya más adaptado a este carácter tan volátil que tengo. Creo que me maneja mejor a mí que yo a él.

Si hecho la vista atrás estos años pienso en las veces que Henry ha recorrido kilómetros en carretera conmigo.

En la parte de atrás se han montado sólo algunos pocos privilegiados. Mis amigas de Hockey parecen enamoradas de Henry porque siempre las llevaba a todos lados. Sin embargo, ni a mí ni a Henry nos gustan los tríos. Esto es una amor de dos.

Durante años proyecté en Henry mis miedos sobre mi futuro en Ecuador. Una mochila más para no poder irme.. pensaba.

Menos mal que Henry no se toma nada personal…

Mañana no podré salir con Henry, el confinamiento nos tiene recluidos los fines de semana; p, pero no importa. Henry esperará paciente en el parqueadero del edificio, a que me decida a salir y emprender mi próximo viaje.  .

Y es que hoy entendí, que las mochilas no están en lo que adquirimos, siempre están en nosotros. mismos.

Yo agradezco a Henry que me haya quitado las mías. 


Comentarios

  1. Las mochilas siempre van cargadas de recuerdos. Y que sean de poco peso, que al final son una carga. Bravo por Henry!

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